Todos nosotros hemos fracasado alguna vez, en el amor, en el trabajo, con los amigos, con la familia, en la vida misma, llegando a tocar fondo, bajar a lo más hondo, tocar suelo, y tras pasado un tiempo hemos remontado de nuestras propias cenizas, hemos levantado el vuelo y con la cabeza muy alta, nos hemos recuperado con más fuerza que antes y superado esa crisis que pensábamos que era lo peor  que nos podía suceder, hemos aprendido de los errores, en otras palabras habíamos muerto para volver a nacer de entre las cenizas de nuestros fracasos, con mucho mas vigor y esplendor que antes. 

La vida de cada persona tiene una impredecible pero inevitable alternancia de altos y bajos. Momentos de esplendor que quisiéramos eternizar, mezclado con otros de dolor que tememos no superar nunca. Muchas veces hablamos de aprender a detectar y disfrutar con intensidad de cada uno de esos instantes maravillosos que la vida nos depara. Otras, no tantas, nos ocupamos de sacar a la luz el tema de saber sobrellevar los momentos difíciles.

El ave Fénix, es un pájaro mítico de la mitología griega, que se consumía por acción del fuego cada 500 años, pero luego resurgía de sus propias cenizas. Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna.

Según la leyenda  era un ave maravillosamente bella que vivía en el paraíso, junto con el primer hombre y la primera mujer, a los que seguía a todas partes. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, un ángel portador de una espada de fuego fue designado para cuidar las puertas del paraíso e impedir que la pareja pudiera volver al Edén.Empujado por el amor y la lealtad, el ave Fénix intentó impedir que las puertas se cerraran definitivamente para sus amigos. Entonces, una chispa saltó de la espada del guardián y el hermoso plumaje del ave se encendió, terminando con su vida en una llamarada multicolor.Quizá como un premio por haber sido la única bestia que se había negado a probar el fruto prohibido, o quizás porque era injusto que un acto de amor terminara en una muerte así, el caso es que todos los ángeles estuvieron de acuerdo en concederle al ave Fénix varios dones, como el de sanar las heridas de otros seres vivos con sus lágrimas y el de la vida eterna.

Renacer es experimentar en nuestras vidas un segundo nacimiento. Obviamente no se trata de un nacimiento físico, es decir, volver a ser niño, sino un renacimiento espiritual y también emocional y mental. La palabra “renacer” implica muerte, pero en este caso no se trata de una muerta física, sino de morir a todo aquello que no ayuda a crecer como persona.

Cuando se está listo para cerrar una etapa de la vida e iniciar una nueva, aparece una muerte que según nuestro nivel de dependencia o apego hacia la vieja etapa es más o menos dolorosa a nivel de intensidad. Esta muerte conlleva muchas veces al sufrimiento, soledad, llanto, desorientación, rabia, sentimiento tremendo de injusticia… porque al fin y al cabo supone dejar atrás parte de lo que uno es o con lo que uno se identifica, para entrar en un terreno desconocido e incierto y por tanto tener el coraje de abandonar la seguridad de lo conocido para adentrarnos en la incertidumbre de lo que nos queda por conocer. Todo esto ocurre  mientras pasa el proceso de duelo y después  ya estamos listos para volver a nacer.

Naceremos   de nuevo, observando  la vida,   que nos rodea y sobre todo de nosotros mismos porque nada es más gratificante que haber vivido, aceptarlo como necesario para ser quienes somos, atrevernos a vaciarnos para llenarnos de nuevo y entender que la vida es una constante escuela con infinitas posibilidades.

Viktor Frankl, neuropsiquiatra y fundador de la logoterapia sobrevivió a la tortura de los campos de concentración. Dice en unos de sus libros….”una experiencia traumática siempre es negativa, sin embargo, lo que suceda a partir de ella depende de cada persona. En nuestra mano está alzarnos de nuevo, cobrar vida una vez más a partir de nuestras cenizas en un triunfo sin igual o por el contrario, limitarnos a vegetar, a derrumbarnos”.

Qué maravilla sería poder morir a todo aquello que nos limita, que nos pesa y que no nos permite expresar la Luz y po­tencia del Alma.

Que maravilloso sería volver a nacer habiendo aprendido lo malo y lo bueno y con una capacidad mas critica poder obrar con más conciencia y acierto.

Que maravilloso sería  aprender de los fracasos, volver a intentar lo que no se consiguió, enriquecido por la experiencia, y crecer en la adversidad.

Los seres humanos poseemos una capacidad de adaptación muy fuerte que nos permite sobreponernos ante la adversidad y, en muchos casos, salir fortalecidos de la misma. De esta forma, es común que ante situaciones de carácter aversivo las personas encuentren nuevas habilidades y fortalezas características de su personalidad que no conocían hasta entonces.

De esta forma, una de las lecciones que algunas personas suelen concluir tras vivir un duelo (situación de pérdida) o una experiencia traumática, es que son mucho más fuertes de lo que en un principio creían y, en efecto, la nueva apreciación de esta fuerza interior les da confianza para enfrentar futuros desafíos. Así, se ha visto cómo las personas que han pasado por algunas de estas situaciones, una vez superadas y desarrollado su posterior crecimiento postraumático, parecen estar “vacunadas” contra futuros traumas; se recuperan más rápidamente, en parte, porque saben que pueden hacerlo.

 

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